martes, 8 de diciembre de 2009

Mirar sin ser visto. De Ticciano a Picasso. FUNDACIÓN MAPFRE


Constituye una aproximación al género a partir de 33 obras maestras de los siglos XVI al XX, pertenecientes a uno de las pinotecas más importantes de Ámerica Latina; el Museu de Arte de Sáo Paulo Assis (MAPS).. De Ticciano, Velázquez, Goya, Fans Hals, Van Dick, a Corot, Manet, Cézanne, Toulouse-Lautrec, Modigliani o Picasso, prácticamente todos los grandes maestros están presentes en la muestra.Los primeros retratos considerados autónomos, exentos de la arquitectura, surgen en el siglo XIII y alcanzan mayor desarrollo un siglo después. Estubieron protagonizados por la realeza, el alto clero y la nobleza. Este tipo de retrato, habitual hasta finales del siglo XVIII, más que la representación de la individualidad, lo que prima es la exaltación del poder, el estatus del protagonista. Por ello se les conoce como retratos de solemnidad o también de Estado.
Se muestra al retratado como alguien especial, casi exento de los accidentes del paso del tiempo. Por eso parecen atemporales (solamente su indumentaria y sus atributos nos permiten reconocerlos). Por ejemplo los firmados por Goya, Van Dick o Frans Hals; en ocasiones sobre un fondo neutro, casi siempre en poses hieráticas, afirmativas, de cuerpo entero o de medio cuerpo.A partir del siglo XIX, el retrato se transforma; el estatus cede ante la persona. Más que a la representación real, ritarre, en la modernidad se tiende al imitare.La modernidad rompe con el principio de congelación de la vida psíquica y corporal propia de los retratos solemnes e introduce el movimiento. Con la irrupción de la fotografía, el artísta goza de mayor libertad para realizar su obra. “ya se parecerá” era lo que respondía Picasso a los que se extrañaban al ver su retrato de Gertrude Stein,Es el propio artista quien nos revela al personaje, quien lo interpreta, incluso prescindiendo del modelo, del parecido físico. Asistimos a un proceso de deconstrucción que empezó por Cézanne y el impresionismo, y que culmina con picasso y el cubismo. Poco tiene que ver el busto de hombre con el retrato casi fotográfico que Manet realiza a Marcellin Desboutin tres décadas antes.

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